“Destruimos el presente porque venimos del futuro. No tenemos ilusiones. No tenemos ninguna esperanza. Por eso somos peligrosos. Se acabaron sus noches tranquilas.”
“Perseguís a la gente de quien dependéis. Preparamos vuestras comidas, recogemos vuestras basuras, conectamos vuestras llamadas, conducimos vuestras ambulancias y os protegemos mientras dormís… Así que no te metas con nosotros."
La primera cita es anónima, impresa en una fotocopia repartida en la calle, a pocos metros de la Puerta del Sol.
La segunda es de El club de la lucha, la peli basada en la novela de Palahniuk, también impresa en el mismo papel.
Y en la calle se multiplican los carteles y pancartas:
“Times they are a changing”, cita una de ellas a Dylan.
“Si somos el futuro, por qué nos dan por culo”, se pregunta otra.
En la boca del metro Sol un lienzo blanco que anhela “sol-uciones” escrito en amarillo.
“La plaza de Sol es la nueva Bastilla”.
“No nos representan.”
“¡Así, así, así vota Madrid!”, en coro... y en unas horas más hay elecciones.
Llegué a Madrid hace más de 3 años.
Desde entonces escucho hablar de crisis.De gente que pierde el empleo.
De egresados, profesionales con doctorados que no consiguen trabajar en nada.
De hipotecas imposibles de pagar.
De alquileres absurdamente caros.
De que hay cada día más parados.
Más y más.
Que no para.
En todo este tiempo, sin embargo, he visto alrededor una pasividad asombrosa.
¿Incredulidad, tal vez?
¿Confianza en que las cosas algún día iban a remediarse?
Lo que sea: las terrazas, los bares, los clubes, teatros, cines, plazas, paseos y museos: todo lleno, la gente en los estadios y en fiestas, y ahora, hoy, es igual.
Y qué bien, pero qué raro.
¿Adónde está la crisis?, me pregunté tantas veces, desconcertado, pues de donde vengo siempre ha habido crisis. Siempre se está en crisis, en estado de alerta. Y ahora tal vez, y contra todas las mentiras que aparecen publicadas en la prensa, una crisis en periodo de incubación peor que cualquiera.
Un inciso: el actual presidente de Chile -como todos sabemos, Piñera, antes que nada es empresario, y sin el menor escrúpulo además, de la misma calaña de Berlusconi y Sarkozy- aprobó el proyecto de Hidroaysén hace un par de días, y así empresas hidroeléctricas lucrarán a costa de cargarse reservas naturales que en cualquier otro lugar del mundo serían intocables, protegidas y cuidadas.
Ese tipo de crisis.
¿Qué hay detrás de todo esto?
Pues resulta aterrador nada más ponerse a pensar en ello.
Pero no queda otra.
Y de niño que crisis, miedo y desconcierto son parte de mi vida; así crecí en Chile, donde no nací pero me crié, adonde apunto cuando me preguntan de dónde soy, que a veces quiere decir también cómo soy, aun cuando no siempre me guste la asociación.
En Madrid, pese a todo, es fácil estar.
Se puede ser un turista para siempre.
Sentirse como de viaje permanentemente, en tránsito, a la espera de otra cosa que quizá preferimos demorar, que no llegue aún.
Pura abstracción, por supuesto.
Conocer gente, involucrarse un poco, encariñarse con el barrio, con ciertas personas, buscar pasarlo bien si se puede, no mucho más, la verdad. Y con algo de suerte y empeño es posible conseguir todo esto que -lo sé- no es poco.
Es todo.
A veces es todo.
Veo, me mezclo, incluso me encuentro a conocidos y a amigos en la Puerta del Sol, escucho conversaciones al paso, se habla, entre otras cosas, de mayo del 68, en plena primavera de Madrid, en 2011, en el kilómetro cero que ahora es epicentro, se habla y se siente de todo:
“La verdad está aquí afuera.”
“Now Spain, tomorow the world.”
“Abstención activa.”
En un cartel con logotipos de bancos y empresas, escrito en rojo: “¿Y a éstos quién cojones les ha votado”.
“Poco pan y pésimo circo.”
No se concibe el apoyo a partidos políticos, se rechaza cualquier afiliación o negociación con éstos, no hay líderes ni dirigentes, hay eso sí un montón de gente insatisfecha, cabreada, preocupada, jodida, molesta, con toda la rabia y razón del mundo, puteados, explotados y engañados. Las cosas comienzan a cambiar, de a poco, en español curiosamente, en España curiosamente, a pocas calles de mi casa, acá antes que en otro sitio, y es raro, es una extraña forma de sintonizar, de pertenecer y conectar con personas y un entorno que -veo, siento- tiene en común conmigo, al fin, más cosas que el mero accidente de haber nacido acá.
sábado, 21 de mayo de 2011
viernes, 20 de mayo de 2011
power to the people
Anoche en la Puerta del Sol, en la sorprendente manifestación que ya lleva varios días, me encuentro con algunos lemas escritos en carteles y pancartas:
“No nos representan.”
“Queremos gestores eficientes, no políticos corruptos.”
“Más pan, menos chorizos.”
“Nadie es inmigrante ni ilegal.”
“La lucha está en la calle y no en las urnas.”
“No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros.”
“Juventud sin futuro. Sin casa. Sin curro. Sin pensión. Sin miedo.”
“No es crisis, es estafa.”
“Techo y trabajo sin ser esclavo.”
Quizá por primera vez, en los años que llevo viviendo acá -tres y medio aproximadamente- veo una reacción de parte de los madrileños, que al fin salen a la calle a otra cosa que no sea de índole futbolera o a tomar cañas, una reacción ajena a partidos políticos, nacionalismos o trincheras de tal o cual color... una reacción auténtica, espontanea, necesaria y, de algún modo, emocionante: “Todos sois el enemigo”, rezaba otra de las pancartas y -maldita sea- no puedo estar más que de acuerdo.
“No nos representan.”
“Queremos gestores eficientes, no políticos corruptos.”
“Más pan, menos chorizos.”
“Nadie es inmigrante ni ilegal.”
“La lucha está en la calle y no en las urnas.”
“No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros.”
“Juventud sin futuro. Sin casa. Sin curro. Sin pensión. Sin miedo.”
“No es crisis, es estafa.”
“Techo y trabajo sin ser esclavo.”
Quizá por primera vez, en los años que llevo viviendo acá -tres y medio aproximadamente- veo una reacción de parte de los madrileños, que al fin salen a la calle a otra cosa que no sea de índole futbolera o a tomar cañas, una reacción ajena a partidos políticos, nacionalismos o trincheras de tal o cual color... una reacción auténtica, espontanea, necesaria y, de algún modo, emocionante: “Todos sois el enemigo”, rezaba otra de las pancartas y -maldita sea- no puedo estar más que de acuerdo.
jueves, 19 de mayo de 2011
la ingravidez y otros asuntos, por john berger
En su más reciente libro traducido al español, Con la esperanza entre los dientes, John Berger suelta reflexiones de toda índole, sobre todo políticas y sociales.
En una era que, pese a la magnitud de los eventos que suceden a cada instante en el mundo, reina el desconcierto y la parálisis social -las manifestaciones de estos días en la Puerta del Sol comienzan a demostrar, poco a poco, un cambio en la actitud general, pero es todavía incipiente-, en una época donde -no nos engañemos- globalización, más que un término cool, no es otra cosa que un eufemismo para no decir capitalismo (ahora en su momento más brutal, tal vez), las palabras de Berger resultan pertinentes y necesarias:
sobre emigrar
"Todos los días, la gente sigue señales que apuntan a algún sitio que no es su hogar, sino un destino al que decidió ir. Señales de carreteras, señales de embarque en algún aeropuerto, avisos en las terminales. Algunos hacen sus viajes por placer, otros por negocios, muchos motivados por la pérdida o la desesperación. Al llegar, terminan por darse cuenta de que no están en el sitio indicado por las señales que siguieron. Donde se hallan tienen la latitud, la longitud, el tiempo local y la moneda correctos, y no obstante no tienen la gravedad específica del destino que escogieron."
"Algunos cuantos de estos viajeros emprenden un viaje privado, hallan el lugar que anhelaban alcanzar, que a veces es más rudo de lo que imaginaban, y lo descubren con alivio sin límites. Muchos nunca lo logran. Aceptan los signos que siguieron y es como si no viajaran, como si se quedaran siempre donde ya estaban."
sobre un (no)lugar en el mundo
"De los miles de millones de conversaciones por telefonía móvil que ocurren cada hora en el centro y el extrarradio de las ciudades del mundo, la mayoría, sean privadas o de negocios, comienzan con una declaración del paradero o ubicación aproximada de
quien llama. La gente necesita de inmediato identificar con precisión dónde se encuentra. Es como si los persiguiera la duda de que tal vez no estén en ninguna parte. Envueltos en tantas abstracciones, tienen que inventar y compartir su localización transitoria."
sobre el hombre moderno
"El consumidor es esencialmente alguien que se siente perdido (o a quien se le hace sentir perdido) a menos que consuma. Las marcas y logotipos de las mercancías son el sitio que nombra esa ninguna parte."
sobre unos y ceros
"Tiempo digital. Continúa por siempre, ininterrumpido durante días y noches, las estaciones, el nacimiento y la muerte. Tan indiferente como el dinero. Aunque, siendo continuo, es brutalmente singular. Es el tiempo del presente guardado aparte del pasado y el futuro. En su interior sólo el presente tiene carga, los otros dos carecen de gravedad. El tiempo ya no es una matriz sino una única columna de unos y ceros."
En una era que, pese a la magnitud de los eventos que suceden a cada instante en el mundo, reina el desconcierto y la parálisis social -las manifestaciones de estos días en la Puerta del Sol comienzan a demostrar, poco a poco, un cambio en la actitud general, pero es todavía incipiente-, en una época donde -no nos engañemos- globalización, más que un término cool, no es otra cosa que un eufemismo para no decir capitalismo (ahora en su momento más brutal, tal vez), las palabras de Berger resultan pertinentes y necesarias:
sobre emigrar
"Todos los días, la gente sigue señales que apuntan a algún sitio que no es su hogar, sino un destino al que decidió ir. Señales de carreteras, señales de embarque en algún aeropuerto, avisos en las terminales. Algunos hacen sus viajes por placer, otros por negocios, muchos motivados por la pérdida o la desesperación. Al llegar, terminan por darse cuenta de que no están en el sitio indicado por las señales que siguieron. Donde se hallan tienen la latitud, la longitud, el tiempo local y la moneda correctos, y no obstante no tienen la gravedad específica del destino que escogieron."
"Algunos cuantos de estos viajeros emprenden un viaje privado, hallan el lugar que anhelaban alcanzar, que a veces es más rudo de lo que imaginaban, y lo descubren con alivio sin límites. Muchos nunca lo logran. Aceptan los signos que siguieron y es como si no viajaran, como si se quedaran siempre donde ya estaban."
sobre un (no)lugar en el mundo
"De los miles de millones de conversaciones por telefonía móvil que ocurren cada hora en el centro y el extrarradio de las ciudades del mundo, la mayoría, sean privadas o de negocios, comienzan con una declaración del paradero o ubicación aproximada de
quien llama. La gente necesita de inmediato identificar con precisión dónde se encuentra. Es como si los persiguiera la duda de que tal vez no estén en ninguna parte. Envueltos en tantas abstracciones, tienen que inventar y compartir su localización transitoria."
sobre el hombre moderno
"El consumidor es esencialmente alguien que se siente perdido (o a quien se le hace sentir perdido) a menos que consuma. Las marcas y logotipos de las mercancías son el sitio que nombra esa ninguna parte."
sobre unos y ceros
"Tiempo digital. Continúa por siempre, ininterrumpido durante días y noches, las estaciones, el nacimiento y la muerte. Tan indiferente como el dinero. Aunque, siendo continuo, es brutalmente singular. Es el tiempo del presente guardado aparte del pasado y el futuro. En su interior sólo el presente tiene carga, los otros dos carecen de gravedad. El tiempo ya no es una matriz sino una única columna de unos y ceros."
lunes, 16 de mayo de 2011
la f€licidad según algunos
Por mucho que no vea tele, que me salte los anuncios impresos, que no escuche radio ni deje apenas margen para que los publicistas me digan en qué gastar el dinero, uno a veces igual se encuentra con avisos por la calle, con eslóganes tan violentos e indignantes que no se pueden pasar por alto.
Ayer, dando un paseo con Marisa, me dijo "mira, ¿ves el anuncio?". Y me quedó dando vueltas... no sé si por lo explícito del mensaje o por el tipo de personas a quien va dirigido.
Ayer, dando un paseo con Marisa, me dijo "mira, ¿ves el anuncio?". Y me quedó dando vueltas... no sé si por lo explícito del mensaje o por el tipo de personas a quien va dirigido.
martes, 10 de mayo de 2011
la infancia (un regreso)
Hace poco más de una semana.
En un aburrido cóctel posterior a la presentación de un libro.
Como es habitual en estas circunstancias, no queda más que atender y hasta participar en conversaciones al paso, en corrillos mutantes y aleatorios compuestos por personas del trabajo, gente que te presentan de improviso, alguno que ubicas o te suena de algo y desconocidos opinantes que quedan en el olvido -y tú para ellos- nada más perderles de vista.
De este modo me vi envuelto, entre otros, en un intercambio de opiniones acerca de escritores columnistas del diario El País. Uno decía que le gusta Javier Cercas. Para otro el mejor es Javier Marías. Hasta acá, admito, no podía más que estar de acuerdo con mis contertulios. Entonces, agregué a la lista -por decir algo, por no quedarme en silencio, que es lo que debería haber hecho, sin duda- a Ray Loriga, quien también colabora en el mismo periódico. Pero fui tomado en broma. Que a Loriga "se le va la pinza" (que está medio loco), que "viene tan de vuelta" de todo, que desvaría, que es pretencioso, etc. Y se reían. Como es lógico, me sentí algo incómodo. No se burlaban tanto de mí, pienso, como de Loriga, quizá no se burlaban en absoluto y tan sólo se reían de escucharse hablar a sí mismos de esto y de aquello, de lo coincidentes que eran sus apreciaciones sobre esto como podía ser sobre cualquier cosa, claro, pero en la práctica igual desacreditaban en bloque y de un plumazo mi comentario.
Qué más da. Simple socarronería. No me podía importar menos, desde luego. Pero de algún modo, al observarlos festinar con sus ocurrencias contra el autor de Tokio ya no nos quiere, inevitablemente me reafirmé aún más en mi opinión y, aunque ya lo he citado en otras ocasiones a Loriga, creo oportuno volver a hacerlo, esta vez a propósito de su más reciente columna, titulada "En compañía":
"En la infancia, puede uno permanecer solo largo rato, aprendiendo algo acerca de sí mismo. Con la edad, el ejercicio de la soledad resulta cada vez más doloroso, menos instructivo. Queda poco que aprender, nos hemos decepcionado lentamente, apenas podemos esperar ya sorpresas, lo que imaginábamos no ha sucedido, no somos quienes queríamos ser y no queda otra que aceptarlo. Para paliar esa náusea se buscan amigos", comienza diciendo Loriga en su artículo. Y prosigue:
"La amistad en la vida adulta sustituye muy efectivamente al éxito o al deseo del mismo, la amistad entretiene y reconforta, somos aceptados por lo que hemos resultado ser y nuestros fracasos se olvidan por un instante en presencia de un amigo. Lo que nos quede por soñar también encuentra en la amistad un estímulo renovado que compensa con creces las energías perdidas en la soledad de nuestros primeros e infantiles empeños."
Esa noche, la del cóctel, no volví a hablar con las dos personas que desdeñaban tan sueltos de cuerpo -y tan libres de hacerlo, por lo demás- al también autor de Sombrero y Missisippi y El hombre que inventó Manhattan. Pululé de un rincón a otro, bebiendo copas y riendo con quien me saliera al paso, hasta que se hizo un poco tarde y me fui a casa.
Lentamente andando por las calles céntricas de Madrid.
Al fin, solo.
En un aburrido cóctel posterior a la presentación de un libro.
Como es habitual en estas circunstancias, no queda más que atender y hasta participar en conversaciones al paso, en corrillos mutantes y aleatorios compuestos por personas del trabajo, gente que te presentan de improviso, alguno que ubicas o te suena de algo y desconocidos opinantes que quedan en el olvido -y tú para ellos- nada más perderles de vista.
De este modo me vi envuelto, entre otros, en un intercambio de opiniones acerca de escritores columnistas del diario El País. Uno decía que le gusta Javier Cercas. Para otro el mejor es Javier Marías. Hasta acá, admito, no podía más que estar de acuerdo con mis contertulios. Entonces, agregué a la lista -por decir algo, por no quedarme en silencio, que es lo que debería haber hecho, sin duda- a Ray Loriga, quien también colabora en el mismo periódico. Pero fui tomado en broma. Que a Loriga "se le va la pinza" (que está medio loco), que "viene tan de vuelta" de todo, que desvaría, que es pretencioso, etc. Y se reían. Como es lógico, me sentí algo incómodo. No se burlaban tanto de mí, pienso, como de Loriga, quizá no se burlaban en absoluto y tan sólo se reían de escucharse hablar a sí mismos de esto y de aquello, de lo coincidentes que eran sus apreciaciones sobre esto como podía ser sobre cualquier cosa, claro, pero en la práctica igual desacreditaban en bloque y de un plumazo mi comentario.
Qué más da. Simple socarronería. No me podía importar menos, desde luego. Pero de algún modo, al observarlos festinar con sus ocurrencias contra el autor de Tokio ya no nos quiere, inevitablemente me reafirmé aún más en mi opinión y, aunque ya lo he citado en otras ocasiones a Loriga, creo oportuno volver a hacerlo, esta vez a propósito de su más reciente columna, titulada "En compañía":
"En la infancia, puede uno permanecer solo largo rato, aprendiendo algo acerca de sí mismo. Con la edad, el ejercicio de la soledad resulta cada vez más doloroso, menos instructivo. Queda poco que aprender, nos hemos decepcionado lentamente, apenas podemos esperar ya sorpresas, lo que imaginábamos no ha sucedido, no somos quienes queríamos ser y no queda otra que aceptarlo. Para paliar esa náusea se buscan amigos", comienza diciendo Loriga en su artículo. Y prosigue:
"La amistad en la vida adulta sustituye muy efectivamente al éxito o al deseo del mismo, la amistad entretiene y reconforta, somos aceptados por lo que hemos resultado ser y nuestros fracasos se olvidan por un instante en presencia de un amigo. Lo que nos quede por soñar también encuentra en la amistad un estímulo renovado que compensa con creces las energías perdidas en la soledad de nuestros primeros e infantiles empeños."
Esa noche, la del cóctel, no volví a hablar con las dos personas que desdeñaban tan sueltos de cuerpo -y tan libres de hacerlo, por lo demás- al también autor de Sombrero y Missisippi y El hombre que inventó Manhattan. Pululé de un rincón a otro, bebiendo copas y riendo con quien me saliera al paso, hasta que se hizo un poco tarde y me fui a casa.
Lentamente andando por las calles céntricas de Madrid.
Al fin, solo.
martes, 3 de mayo de 2011
imágenes de praga
"Las ciudades ejercen una fascinación fuerte y extraña, pero ninguna más extraña ni más fuerte que el influjo de Praga en el corazón del viajero que siente añoranza, pero añoranza no de su lugar de origen sino de la ciudad a orillas del Moldava que ha dejado atrás. Al regresar siente que nunca se ha alejado, pero aun así también se siente culpable de desmemoria, abandono, infidelidad."
J. Banville
Edificios al atardecer en la plaza Wenceslao.
A punto de caer.
El cielo de Praga.
Puente de Carlos.
Kafka everywhere.
Un puente, otro.
All you need is...
A orillas del Moldava.
Turista "on the edge".
Reflejo callejero.
"Primavera de Praga".
Tranvías diurnos y torre de TV.
Tranvía nocturno y el regreso a casa.
J. Banville
Edificios al atardecer en la plaza Wenceslao.
A punto de caer.
El cielo de Praga.
Puente de Carlos.
Kafka everywhere.
Un puente, otro.
All you need is...
A orillas del Moldava.
Turista "on the edge".
Reflejo callejero.
"Primavera de Praga".
Tranvías diurnos y torre de TV.
Tranvía nocturno y el regreso a casa.
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