jueves, 29 de septiembre de 2011

libros leídos (4)



Ramal, de Cintia Rimsky. Escritora viajera. Hace años leí su muy personal Poste restante, por el cual aprovecho de agradecer a PP Guerrero, que me lo recomendó. La historia de este nuevo libro que es novela, pero si fuese una película sería un falso documental, se abre y se junta en dos direcciones: una, en el recuerdo de infancia del protagonista, quien vivía junto a su familia en una casa, que ahora se resiste a dejar del todo, cercana a la Estacón Mapocho, donde se asentaron sus parientes nada más llegar a Santiago desde el sur de Chile. Y otra, en el relato del protagonista en presente, quien debido a su trabajo recorre el único ramal de ferrocarriles en activo que va quedando, el que va de Talca a Constitución, con el propósito de evaluar un plan de mejoramiento de las estaciones y los servicios para eventuales turistas. El texto evoca épocas, calles, otros tiempos. Y contrasta las urgencias del presente con el relato de gente apartada en rincones adonde parecen habitar una realidad paralela o desfasada. Escrito con un lenguaje llano, preciso y a la vez cargado de imágenes, sugiere ideas, estados de ánimo y un pensamiento complejo por lo profundo, Ramal lo he leído con una mezcla de compulsión y contención, demorando –repitiendo- la lectura de varios párrafos, de páginas enteras, a fin de no desprenderme tan luego del precioso espacio poético que propone la autora.

libros leídos (3)

Camanchaca, de Diego Zúñiga. Su primera novela. Una historia en tránsito. De Santiago a Iquique, pasando por Buenos Aires. El viaje, la familia, la adolescencia. Los recuerdos. Estilo conciso, sobrio y desafectado como un ticket de supermercado, pero adonde laten emociones y reproches, impresiones, preguntas y un ritmo acelerado para contar lo que se cuenta, que es bastante, en tan poco.

martes, 27 de septiembre de 2011

josé miguel varas (in memoriam)



“Como uno queda trasplantado a otro medio, parece que se produce una intensificación de las experiencias. La realidad de todos los días te va embotando, pero al viajar ves otras cosas y cuando vuelves, además, te das cuenta de que tu país ha cambiado. Los viajes, en realidad, son una pasión.”

"El humor es verse a sí mismo, observar lo ridículo del comportamiento propio y de los demás, pero a partir de uno."

jueves, 22 de septiembre de 2011

libros leídos (2)

Algunos adioses es un libro bastante sui generis para a estar compuesto, según parece, no estoy seguro si en su totalidad o en parte, por crónicas y artículos publicados por Francisco Mouat en revistas y periódicos. O sea, un the best of. Sí pero no. No se explica en el mismo su naturaleza u origen, como nada –o todo- se explica en el texto de contracubierta que, se supone, debería instar a comprarlo o por lo menos a hojearlo en una librería, según el canon editorial clásico:

Uno deja de vivir cuando ya nadie te recuerda. Ese es el momento exacto de tu muerte definitiva. Hacer memoria es prolongar la vida del recordado. Como una obsesión que me acompaña a donde voy, trabajo con los materiales de la memoria, leyendo, escribiendo, escuchando lo que otros dicen. De Sebald aprendí en "Los emigrados" una frase que no me suelta: "Recordar a los muertos nos distingue de los animales".

A continuación, en la misma contratapa, hay una lista de nombres de los cuales distingo, vagamente, los de George Perec y Pierre Jacomet, los demás ni me suenan. Y el código de barras. Hojeo el libro, miro los créditos. Nada. No hay más señales que éstas y la cubierta con una foto de tres niños, dos de ellos remando en un bote. El fondo blanco. Lolita editores.
Por supuesto, cualquier resistencia inicial –extrañeza, más bien- hace rato que fue vencida y salgo de la librería, en Santiago, con Algunos adioses bajo el brazo, feliz. Al subirme al metro, poco después, comienzo a leerlo con crecientes dosis de intriga y fascinación. Cuando me bajo en Los Héroes, además, su lectura me tiene emocionado. Aunque más que emoción, lo que provocan estas -apenas- 97 páginas es conmoción.



Cada historia o semblanza de los personajes narrados, verdaderos epitafios de seres comunes y corrientes y a la vez inigualables, cercanos, amigos o investigados por Mouat, conmueve.
Con la consigna moral de que la memoria de quienes están muertos hace que sigan vivos, el también autor de la novela El empampado Riquelme (en mucha sintonía con el presente libro) monta un remix con textos de diferente extensión, diferentes voces narrativas y estructuras, pero que juntos suenan afinados y constituyen un híbrido ejemplar sobre los recuerdos, los lazos profundos entre las personas, la muerte y todo aquello que no lo es. Esto último, sobre todo. Y en esto último cabe la amistad, los accidentes, la sobrevivencia, la estupidez y la grandeza, los gestos mínimos y los máximos: "Segundos dentro de minutos dentro de horas dentro de días dentro de semanas dentro de meses..."

Pero, aún más que lo anterior, sorprende la habilidad del autor/editor convertido en DJ de palabras para, con un magma textual determinado, ofrecer esta remezcla que se eleva por encima de la mera suma de sus partes, sampleando con certeza y buen oído sus propias partituras.

De alguna forma, Mouat demuestra lo que postula: que a partir de los recuerdos narrados –su confianza en las palabras es total- es posible restituir un poco la vida. Y en cuanto al estilo, que a partir de textos independientes y cerrados, es posible crear uno mayor, completamente nuevo, personal aunque trate de otros antes que de él y, desde luego, con vida propia.

Encuentro una foto suya en el computador. Luce al medio del grupo, bella y sonriendo, una o dos semanas antes de saber que estaba enferma. Me prestó un libro el año pasado. Lo tengo aquí, a mi lado. "Sesenta relatos", de Dino Buzzati. Le gustaban mucho; algunos de ellos los dejó marcados con pequeñas etiquetas plásticas de color verde y lila y forma de lápiz. Adentro del libro, una boleta de una cafetería de Santiago en donde ella pidió, el 23 de septiembre de 2008, a las tres y media de la tarde, una ensalada naturista y un jugo de frambuesa. Imagino que esa tarde comió sola, leyendo en silencio los cuentos de Buzzati o soñando ilustraciones para libros de niños. (pág .75)

miércoles, 21 de septiembre de 2011

libros leídos (1)



En Madrid continúan las huelgas y se dejan sentir las primeras ventoleras otoñales. Miles de profesores y alumnos en las calles del centro protestan en favor de la educación pública. Como ocurre en Chile, pero muy distinto.
En el Retiro, las primeras hojas secas caen copiosamente de las copas de los árboles: una lluvia de hojas.

Y yo leo algunos libros que traje de Chile.
De autores chilenos, mayormente.
Libros como Sobre cosas que me han pasado, de Marcelo Matthey Correa, el bello y extrañísimo e irrepetible libro editado por la idem editorial Los Libros que Leo. Se trata de dos diarios que, en total, abarcan anotaciones desde 1987 a 1989. En ellas el autor se recrea en una serie de asuntos cotidianos, más bien anodinos, que son los que parecen componer su vida durante ese período, un período especialmente revuelto a nivel social y político en Chile, a pasos de recobrar la democracia después de 17 años de militares o a pasos de un nuevo golpe de estado o dios sabe a pasos de qué: no era posible hacer pronósticos confiables por aquellos días, y Matthey no los hace. En su lugar va la playa, da largos paseos por el centro de Santiago, entra a bibliotecas públicas y lee, va al cerro San Cristóbal cuando está vacío, ese tipo de cosas, las que ocurren cuando no ocurre nada, las que se llevan las horas muertas.

No es un libro -está claro- con demasiada acción. Menos aún con intriga. Pero tiene tono. Tiene una voz que se queda como reverberando en medio de la ciudad. Son tan pueriles las cosas que se cuentan, y contadas de forma tan primitiva, que se revelan en su contrario exacto: en su esencialidad, sobre todo cuando el lector se ve obligado a completar con su propia experiencia los espacios y situaciones descritas, cuando su voz, la de Matthey, a ratos, pasa a ser la de uno mismo.

Copio un par de entradas de sus diarios (correspondientes al año 1988):

“26 de septiembre
Me acuerdo de que durante mi viaje de ida a Antofagasta el bus paró en Huentelauquén como una media hora más o menos. La mayoría de los pasajeros aprovecharon de almorzar, pero yo preferí no comer nada, y mientras tanto caminé un poco hacia el mar.
En toda esa parte había más que nada dunas, algunas casas y muy poca gente. Por eso, casi lo único que se escuchaba era el viento.
Atravesé un hilito de agua, donde había un burro bebiendo, seguí hasta una duna alta y desde arriba miré hacia todos los lados. Me quedé un momento ahí. Tuve luego la sensación de estar cerca de conocer algo, así que me quedé un poco más. Pero no pasó nada.
Después volví y como a las cuatro seguimos el viaje.


“29 de septiembre
Después de la siesta salí a caminar. Al llegar a Blanco me fui por la vereda del Club Hípico, en dirección a Bascuñán, y seguí casi hasta la calle Conferencia. Pasé un momento a la iglesia que está por ahí; me senté en el penúltimo asiento y escuché un poco de la misa. Mientras estuve sentado me pasó algo parecido a lo de Huentelauquén, cuando me puse en la duna alta.

viernes, 16 de septiembre de 2011

te creís la más linda... (recuento de las pelis que me han gustado últimamente)

Hace unos días, en la filmoteca, vi Cecil B. Demented, de John Waters. Presentada por John Waters en persona. Una comedia no tan trash con Melanie Griffith en, quizás, el papel de su vida: una actriz mala -ella- de películas comerciales malas, es secuestrada por un grupo de sicópatas anti-cine-comercial que la obligan a actuar en un absurdo experimento fílmico perpetrado por Cecil B. Demented, el -supuesto- director del mismo. La guapa Maggie Gyllenhaal, entre paréntesis, hace de satánica. El público reía, aplaudía y se lo pasó muy bien en la sala, lo mismo que yo.


También vi, pero hace como un mes, Violeta se fue a los cielos, la peli de Andrés Wood, que asume una especie de deuda con la figura de Violeta Parra, y cuenta, sobre todo, con una gran protagonista, Francisca Gavilán, en el papel de su vida también. Salvando ciertos metaforones, como ojos y pestañas en primerísimo plano, por ejemplo, logra emocionar y transmitir buena parte de la tremenda fuerza de la multimedia artista chilena.


Un documental extraño: Adentro y afuera, se llama. Del poeta, ex Noreste junto Cristián Warnken y realizador audiovisual, Santiago Elordi, ahora en compañía de Matías Cardone. El docu transcurre en Nueva York y se basa en las respuestas que diversos poetas, casi desconocidos, dan ante preguntas como: ¿se sienten diferentes de los demás?, ¿cuál es su rol o función hoy? o ¿cómo se ganan la vida y sobreviven en una ciudad como ésta? Y el resultado es bastante sorprendente, revelador y uno se queda con una mezcla de sensaciones que, por supuesto, van más allá del evidente cuestionamiento por la poesía.
Se puede ver acá.

Pero la película más divertida, emocionante, con la que me he reído y apenado más al mismo tiempo, es con Te creís la más linda (pero erís la más puta), de Che Sandoval, quien debutó hace un par de años, según leí por ahí, con este largo que presentó como trabajo final de sus estudios de cine. La peli tiene algo de nouvelle vague en su realismo y crudeza a la hora de exhibir y plantear las situaciones que atraviesa Javier, el protagonista (Martín Castillo, quien debuta en el papel de su vida, otro más): un muchacho que se pierde en sí mismo durante una noche santiaguina de borrachera, peleas, intentos frustrados de conquista y lo que haga falta para remecer las angustias existenciales que lo atormentan. Sobre todo una: Valentina, de la cual se ha enamorado... "en cuatro días". Porque esta película, en el fondo, tiene humor, reflexiones nada ligeras en torno a la amistad, a lo que implica crecer y definirse, ni más ni menos, pero es una película de amor, del propio y el ajeno.

Se puede ver entera, y desde hace apenas unos días, nada más dándole al play, en este enlace.

Y acá el tráiler:

miércoles, 14 de septiembre de 2011

pop, pop y más pop

Desde hace tantos años, desde siempre que intercambiamos descubrimientos musicales. Cada vez que nos vemos, mi amiga Carla y yo, nos ponemos al día en mil cosas y nos regalamos también algunos datos melómanos. En poca gente confío tanto como en ella a este respecto.
Así, hace un par de semanas nada más, junto a su pequeña y bella Julieta que crece con un soundtrack de primera, en Vlaparaíso, Carla me mostró algunas cosas que estaba escuchando y yo ahora no puedo dejar de escuchar.

The Avalanches: Since I Left You
Así se llama esta canción y también el disco, hasta ahora el único de la banda australiana. Es de hace más de diez años, pero suena a recién hecho. A intemporal, más bien. Quizá se deba a que está compuesto principalmente sobre la base de miles de samples (no exagero: según uno de sus productores, más de 3500) que le otorgan a cada pista un aire a los 60s y 70s más bailables y poperos. The Avalanches nació rockera, analógica, pero derivó en este irresistible combinado de DJs y música electrónica, lleno de hipervínculos sonoros y guiños discotequeros de los buenos. Para bailar con los ojos cerrados.



Twin Shadow: Slow
El disco es de 2010, se llama Forget y está repleto de new wave, de sintetizadores, latigazos con el bajo y melodías que recuerdan a lo mejor de los 80s -desde Prince hasta Culture club- y la voz del carismático George Lewis Jr., alias Twin Shadow, que es de la misma familia de Morrissey, Bowie e Ian Curtis. Pese a que al estilo es a lo primero que uno engancha, las letras merecen igual atención. Forget no tiene desperdicio, y tiene joyas como When we are dancing, Forget, Tyrant destroyer o Slow.Canciones que apelan tanto al placer de las adicciones nuevas como a los gustos musicales ya incorporados en el ADN.



Arnaud Fleurent-Didier: Reproductions
También yo le mostré a mi amiga qué andaba escuchando últimamente. Lo más relevante, sin duda, es al francés Arnaud Fleurent-Didier, que me tiene desde hace meses abducido con su formidable LP La Reproduction, donde mezcla la chanson francesa a lo Gainsbourg con un sofisticado pop setentoso de arreglos exquisitos, más letras que se desenvuelven mayormente entre la pasión, el softcore y el romanticismo, con referencias cultas y populares. Un álbum que, de hecho, invita -o evoca- a la reproducción con canciones veraniegas, sexys, llenas de ingenio y buen humor que, seguro, deberían estar entre lo mejor del pop europeo reciente.

lunes, 5 de septiembre de 2011

accidentes

Recién aterrizado en Madrid, después de tres semanas intensas en Chile, en Santiago mayormente y un par de días en Valparaíso.
¿Qué encontré? De todo. Pero más que nada a un país revuelto, que se mueve, piensa, cuestiona y no tiene miedo. Por eso quise ir a meterme a la mayor cantidad de movilizaciones y marchas convocadas por los estudiantes, en donde, por cierto, la policía mató de un balazo a un chiquillo de 14 años hace unos días.
Pero no fue ésta la única cagada: también hace un par de días un avión se cayó cerca del archipiélago Juan Fernández. La tripulación estaba, para más escándalo, integrada por algunos personajes populares de la televisión chilena.
-Acaban de confirmar que no hubo sobrevivientes -me dijo por chat mi querido amigo CB hace unos minutos.
-Piñera estará feliz -contesté.
-No creo que sea taaan hijo de puta.
Pensé en que tal vez sí podría serlo. Pero me refería a otra cosa.
Debe estar feliz porque los medios desviarán por un instante la atención de los temas sociales, de las movilizaciones estudiantiles.
Un accidente es siempre eso. Un accidente. Pero que un tirano de la calaña de Piñera esté al mando de Chile y que todavía exista entre la población imbéciles que se declaran pinochetistas no lo es.
Y que unos valientes estudiantes estén cambiándole la cara a un país entero, tampoco.
La felicidad -el alivio- a Piñera le durará poco. Los accidentes pasan. Pero lo que vi, lo que sentí en medio de las miles de personas que se echaban y se echan a las calles a protestar no fue en absoluto una excepción o algo pasajero.
Es más raro que se caiga un avión a que caiga un gobierno de mequetrefes. O incluso un imperio.
Así que señores políticos y ladrones con corbata, pueden seguir temblando.