jueves, 27 de octubre de 2011

curling

Ayer comenzó un festival de cine que se celebra en cinco ciudades simultáneamente. Se llama 4+1 y proyecta películas que no tendrán -o sera muy difícil que tengan- una distribución comercial decente y, sin embargo, a juicio de ¿quién?, me pregunto, merecen otra, esta oportunidad. Gana la que más vota el público.
En fin, en una sala semi vacía, comencé por una canadiense: Curling, de Denis Côté.

Mis pocas referencias al cine canadiense, haciendo memoria a la rápida, se remiten a la no tan reciente Juno de Reitman, varias pelis de Cronenberg y algunas de Denis Arcand, donde -en las de este último- hay decenas de personajes con ideas políticas y seudo filosóficas, como es el caso de aquel tríptico compuesto por las -para mí- demagógicas y muchas veces vergonzosas La decadencia del imperio americano, Las invasiones Bárbaras y la insoportable La edad de la ignorancia, donde los personajes hablan un montón, se pelean, gritan, lloran, se abrazan y luchan por defender sus posturas, tan humanas todas, trascendentes, pero tan de cartón a fin de cuentas.

En Curling ocurre lo contrario. Hay apenas un par de personajes, y casi no hablan, las ideas son subyacentes al discurso, prima la extrañeza como única resistencia y el director apuesta más por una estética y un tono, sin renunciar a una o varias y complejas temáticas, que por ganarse la simpatía de los bienpensantes de turno.


Curling es un juego sobre hielo donde los participantes lanzan una especie de disco que debe acercarse lo más posible a un centro.
Y aquí el dilema: ¿Hasta qué punto es buena idea acercarse al centro? ¿Hasta dónde es mejor mantenerse al margen? Porque la historia es la de un padre y una hija. Un padre que opta por criar a la niña en su casa, sin que vaya a la escuela, alejada de los peligros de la sociedad -aislada- en medio de un minúsculo poblado eternamente cubierto de nieve.

La película recuerda a Fargo en cuanto a los exteriores fríos y blancos, además de los toques de humor que a ratos afloran y sirven de contrapunto a la creciente angustia que se genera -elementos surrealistas como un tigre en medio de la nada, de la nieve- alcanzando, para mí, una forma bastante original de suspense, donde las historias no resueltas -que, por cierto, abundan- crean una inquietud genuina, distinta a la de cualquier policial o película de vampiros, aunque aquí también hay sangre, y no poca.

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