"Ya lo dijo Ovidio: “La tristeza de irse y el dolor de volver”. Cuando emigraste, cagaste porque ya estás en fuga, ya no sos nadie. Algunos dicen que la aventura del hombre se terminó con el descubrimiento de América. La aventura de la Luna no existe, porque no hay nadie. El hombre llenó todos los espacios y los cartografió. De panteras que fuimos alguna vez, ahora sólo somos esto: una jaula de palabras."
Enrique Symns
lunes, 21 de febrero de 2011
miércoles, 16 de febrero de 2011
febriles viñetas de febrero
Tres libros gráficos muy distintos entre sí que han marcado mis dos primeras semanas de febrero.
El primero: Los gatos son raros y más observaciones, de Jeff Brown, quien ya antes, hace un par de años, había entregado un primer álbum sobre gatos, Gato saliendo de una bolsa, donde recreaba las chistosas andanzas de una minina llamada Misty. Ahora hace algo similar pero apuntando escenas cotidianas en la vida de dos gatos que un día llegan a instalarse en la casa del también autor de Clumsy, homenajeando una vez más -y nunca es demasiado- a estas adorables criaturas peludas y misteriosas que duermen, que nos analizan, que nos quieren y se mofan a la vez, que juegan, adornan y, de algún modo, cuestionan -enriqueciéndola- nuestra imperfecta existencia humana.
Desde Perú, donde, por lo visto, no sólo su inmensa producción literaria, sino también el cómic y la narrativa gráfica constituyen un rico universo poblado de autores y propuestas a descubrir, llega a mis manos Islas de Rodrigo la Hoz, quien en este álbum, ganador de un concurso en su país, propone una divertida y a la vez inquietante reflexión sobre las drogas, la incomunicación, la soledad, la naturaleza, los insectos, el aislamiento y los mundos interiores de sus personajes a lo David Lynch, cruzando todo esto con una estética tipo Cris Ware, pero (aún más) lisérgica.
Y por último, el grandioso regreso de Daniel Clowes con Wilson, una novela gráfica construida a partir de páginas con historias que se resuelven de forma independiente, pero que en conjunto articulan una historia mayor, tanto en la forma como en el fondo, y que pone en primer plano a un personaje enorme, mínimo pero brutal, que -no me extraña- ha despertado reacciones de todo tipo, desde una simpatía absoluta -de culto- hasta la repulsión visceral. Sin embargo, adivino que ni una ni otra actitud es la que corresponde asumir ante una obra de este calibre, pues Wilson, un cuarentón amargo y solitario, más allá de sus virtudes y defectos -como todos- nos interpela en nuestra dimensión más íntima, aquella que, por lo general, ocultamos, nos descubre un lado no siempre agradable, aunque real, confrontándonos con un mundo alienado, quebradizo y enfermo, y velado por las apariencias de una sociedad, un orden que, no obstante, está siempre a punto de estallar en mil pedazos.
Posiblemente su trabajo más contundente desde Ghost World. Tal vez mejor aún que éste, lo que no es poco decir, como sabrán aquellos que hayan tenido la fortuna de adentrarse en el fantasmal mundo de Rebeca y Enid, el par de adolescentes que, entre paréntesis, fueron interpretadas en una más que correcta adaptación cinematográfica por ni más ni menos que Scarlett Johansson y la -acá- inolvidable Thora Birch, bajo la dirección de Terry Zwigoff y junto a la gran -gran- figura de Steve Buccemi en un rol semiprincipal.
Pero el tiempo ha pasado y Daniel Clowes ya no habla de adolescentes dañadas sino de seres en su plena madurez (cercanos al Ignatius Reilly de John Kenndy Tool), a quienes la vida les ha pasado por encima y de pronto se encuentran sin puntos de apoyo. Sin concesiones, sin complacencias de ninguna clase, Daniel Clowes se muestra más rabioso y honesto que nunca.
El primero: Los gatos son raros y más observaciones, de Jeff Brown, quien ya antes, hace un par de años, había entregado un primer álbum sobre gatos, Gato saliendo de una bolsa, donde recreaba las chistosas andanzas de una minina llamada Misty. Ahora hace algo similar pero apuntando escenas cotidianas en la vida de dos gatos que un día llegan a instalarse en la casa del también autor de Clumsy, homenajeando una vez más -y nunca es demasiado- a estas adorables criaturas peludas y misteriosas que duermen, que nos analizan, que nos quieren y se mofan a la vez, que juegan, adornan y, de algún modo, cuestionan -enriqueciéndola- nuestra imperfecta existencia humana.
Desde Perú, donde, por lo visto, no sólo su inmensa producción literaria, sino también el cómic y la narrativa gráfica constituyen un rico universo poblado de autores y propuestas a descubrir, llega a mis manos Islas de Rodrigo la Hoz, quien en este álbum, ganador de un concurso en su país, propone una divertida y a la vez inquietante reflexión sobre las drogas, la incomunicación, la soledad, la naturaleza, los insectos, el aislamiento y los mundos interiores de sus personajes a lo David Lynch, cruzando todo esto con una estética tipo Cris Ware, pero (aún más) lisérgica.
Y por último, el grandioso regreso de Daniel Clowes con Wilson, una novela gráfica construida a partir de páginas con historias que se resuelven de forma independiente, pero que en conjunto articulan una historia mayor, tanto en la forma como en el fondo, y que pone en primer plano a un personaje enorme, mínimo pero brutal, que -no me extraña- ha despertado reacciones de todo tipo, desde una simpatía absoluta -de culto- hasta la repulsión visceral. Sin embargo, adivino que ni una ni otra actitud es la que corresponde asumir ante una obra de este calibre, pues Wilson, un cuarentón amargo y solitario, más allá de sus virtudes y defectos -como todos- nos interpela en nuestra dimensión más íntima, aquella que, por lo general, ocultamos, nos descubre un lado no siempre agradable, aunque real, confrontándonos con un mundo alienado, quebradizo y enfermo, y velado por las apariencias de una sociedad, un orden que, no obstante, está siempre a punto de estallar en mil pedazos.
Posiblemente su trabajo más contundente desde Ghost World. Tal vez mejor aún que éste, lo que no es poco decir, como sabrán aquellos que hayan tenido la fortuna de adentrarse en el fantasmal mundo de Rebeca y Enid, el par de adolescentes que, entre paréntesis, fueron interpretadas en una más que correcta adaptación cinematográfica por ni más ni menos que Scarlett Johansson y la -acá- inolvidable Thora Birch, bajo la dirección de Terry Zwigoff y junto a la gran -gran- figura de Steve Buccemi en un rol semiprincipal.
Pero el tiempo ha pasado y Daniel Clowes ya no habla de adolescentes dañadas sino de seres en su plena madurez (cercanos al Ignatius Reilly de John Kenndy Tool), a quienes la vida les ha pasado por encima y de pronto se encuentran sin puntos de apoyo. Sin concesiones, sin complacencias de ninguna clase, Daniel Clowes se muestra más rabioso y honesto que nunca.
lunes, 14 de febrero de 2011
i'm still here
Claro, lo normal es que las portadas de los periódicos y revistas y sitios web se ocupen de los resultados de los recientes premios Goya, donde no faltan temas dignos de destacar, por cierto, como la valiente postura de Álex de la Iglesia frente al tema de las descargas "ilegales" de películas por Internet o, para quienes les llegue a interesar, la victoria en su categoría del largometraje chileno La vida de los peces. Sin embargo -de algún modo para esto tiene sentido la libertad que ofrece el ciberespacio-, bastante más ateto estuve a la noticia de un gran estreno en la cartelera local: I'm still here, el notable mokumental dirigido por Casey Affleck e interpretado -vivido- por el inmenso Joaquin Phoenix.
Solo una sala para su proyección. Una sala pequeña, además, y semi vacía durante el pase de ayer por la noche en Madrid. Da igual. Pero lo que no da igual es que después de una película como Two Lovers, estrenada acá recién el año pasado, donde Joaquin Phoenix más que un Oscar o un Goya se merece el cielo, el actor arremete con un falso documental a cargo, esta vez, de su cuñado y hermano de Ben, Casey Affleck, quien registra la evolución-involución de Phoenix en su intento de cambiar el rumbo de su vida: dejar la actuación y dedicarse al hip-hop, en una cinta que, al final, no interesa tanto si lo exhibido es real, es un montaje o si los demás personajes y situaciones son espontáneas o premeditadas, porque, cualquiera sea el caso, el nivel de verdad que hay en cada plano es despiadadamente alto.
Del derecho a seguir tus convicciones, del temor al fracaso, de seguir adelante cueste lo que cueste, de caer, de dejarse caer, de la hostilidad de tu entorno cuando decides cambiar, del riesgo a equivocarte y perder, del valor que tiene asumir tales riesgos, de buscarle una salida a esas palpitaciones indefinidas que te empujan con fuerza hacia dentro el pecho, de sumergirte en lo más hondo de tus deseos, aunque éstos te puedan asfixiar... de todo esto y más trata I'm still here.
Gracias Joaquin, gracias Casey, ayer fue un gran domingo.
Solo una sala para su proyección. Una sala pequeña, además, y semi vacía durante el pase de ayer por la noche en Madrid. Da igual. Pero lo que no da igual es que después de una película como Two Lovers, estrenada acá recién el año pasado, donde Joaquin Phoenix más que un Oscar o un Goya se merece el cielo, el actor arremete con un falso documental a cargo, esta vez, de su cuñado y hermano de Ben, Casey Affleck, quien registra la evolución-involución de Phoenix en su intento de cambiar el rumbo de su vida: dejar la actuación y dedicarse al hip-hop, en una cinta que, al final, no interesa tanto si lo exhibido es real, es un montaje o si los demás personajes y situaciones son espontáneas o premeditadas, porque, cualquiera sea el caso, el nivel de verdad que hay en cada plano es despiadadamente alto.
Del derecho a seguir tus convicciones, del temor al fracaso, de seguir adelante cueste lo que cueste, de caer, de dejarse caer, de la hostilidad de tu entorno cuando decides cambiar, del riesgo a equivocarte y perder, del valor que tiene asumir tales riesgos, de buscarle una salida a esas palpitaciones indefinidas que te empujan con fuerza hacia dentro el pecho, de sumergirte en lo más hondo de tus deseos, aunque éstos te puedan asfixiar... de todo esto y más trata I'm still here.
Gracias Joaquin, gracias Casey, ayer fue un gran domingo.
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