miércoles, 20 de octubre de 2010

un documental actual y un musical clásico

Dos películas vistas recientemente: el -¿falso o verdadero?- documental de Bansky, Exit Through the Gift Shop, recién estrenado, y Bathing beauty, el emblemático musical de la MGM de 1944.

La obra de Banksy, sus grafitis, han convertido al inglés en un artista de culto: sus pintadas en las murallas cuestionan la autoridad, el orden establecido, el libre mercado y todo lo que huele a sociedad de consumo o sistema oficial; además, del autor no sabemos más que su nickname con el cual firma sus efímeras obras, que desde su nacimiento están condenadas a desaparecer, a durar menos aún que los anuncios publicitarios callejeros con que estos grafitis muchas veces juegan a confundirse.
Se publicaron libros con fotografías de estas intervenciones, se estamparon camisetas y se reprodujeron cuadros y posters, pero nada sabemos de Banksy, sólo su contracultural propuesta, que mezcla la plástica, el ingenio, la denuncia, el hecho de ser y estar al margen de la ley, el pop y, last but not least, el humor. Su anonimato, el enigma de su identidad, en todo caso, se mantiene en Exit Through the Gift Shop(cómo no si es prácticamente su marca registrada), donde ni siquiera consta que sea él quien hace el filme; eso sí, se narra el proceso de trabajo de éste y otros artistas callejeros similares, que rayan en la marginalidad del grafitero común y corriente, ese que afea calles con absurdos jeroglíficos de aerosol, pero que en este caso poseen una intención distinta y aspiran a un modo de expresión artística, más allá del mero vandalismo.
Un frustrado director de documentales devenido en artista pop, como protagonista, es el hilo conductor de la historia, y quizá el máximo acierto de la misma, pues a través de él se plantean los cuestionamientos de fondo que hay en la propuesta grafitera original, además de funcionar como contrapunto con el propio Banksy y ofrecer pasajes de bastante hilaridad, lo que sin duda salva a este largometraje de caer en la solemnidad de la cual, por cierto, se ríe en todo momento.


Y este domingo, en la filmoteca de Madrid, pasaron Bathing beauty, todo un referente de los musicales acuáticos y el que hizo famosa a la bella Esther Williams y sus coreografías acuáticas.
Un technicolor recién inaugurado para la época, sketches de humor blanco que hacen estallar de risa al público, espectaculares bailes y la magnífica orquesta del admirable Harry James, disparatados enredos, romance, canciones en medio de parajes y escenografías sorprendentes, muchachas guapas y curvilíneas en bañadores, mucho jazz big band de primer nivel, exotismo, movimientos de cámara y encuadres tan inverosímiles como fantásticos son algunos de los elementos de esta magnífica película, evasión pura y dura, para verla decenas de veces. A mi lado un anciano con la barbilla apoyada en su bastón miraba embelesado las imágenes, seguramente transportado hacia rincones de su pasado.
La proyección acabó con una salva de aplausos y todos sonriendo, felices a la salida del cine. ¿Qué más se le podría pedir a un domingo por la noche? Hoy la pasan de nuevo y por última vez en la filmoteca (a las 22 hrs).

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